miércoles, 8 de agosto de 2007

Hace muchos domingos atrás . . .

Hace tiempo ya que un grupo de mocosos chalacos se reunían en su colegio los sábados para “pelotear” un rato. Claro que habían algunos más afanosos que otros, que estaban prácticamente todo el día en el colegio, pero siempre coincidían todos en ser de la misma promoción. Era el quinto año de secundaria de ese grupo de amigos y muchas veces iban uniéndose algunos de otras promociones, menores obviamente. Pero estaría muy pronto el momento del adiós, la graduación sería inminente y cada uno de ellos tendría diferente destino, distantes todos de ese patio testigo de algunos fabulosos goles y otros hilarantes tropezones de los atrevidos descoordinados (como su servidor) que se atrevían a incursionar en el arte del fulbito.

Esos buenos momentos no podían quedar en el olvido, el adiós al colegio sería fugaz, convertidos ahora en ex-alumnos, algunos testarudos decidimos conservar esa pasión que nos invadía un día por semana y asumimos como tal nuestra categoría de ex-alumnos y tomamos como nuestro nuevamente ese patio (en ese tiempo el patio chico) y decidimos continuar con el atrevimiento pero ahora los domingos.

En los primeros años “el carismático Emilio” nos abriría la puerta religiosamente todos los domingos, luego vendrían también: “el cómplice” Rómulo, el siempre buen Segundo, y por estos tiempos León. Algunas veces, dependiendo de su humor dominical, nos daban la bienvenida amistosamente o nos exigían el carnet de ex-alumno, haciéndonos notar algunas veces la maldición de tener que venir a chambear un día domingo.

En todos estos tiempos han habido momentos en que tuvimos que buscar otras canchas porque el colegio estaba ocupado por algunas personas que realizaban ciertos rituales llamados “jornadas”. Muchas veces caminamos peregrinamente buscando “la cancha prometida” y hemos estado en muchas de ellas pero ahora podemos decir que la canchita al frente de la casa de Lucho “Boa” es nuestra cancha alterna. Pero siempre encontrábamos pretexto para continuar esta reunión cómplice de amigos que ponen como excusa la pelota de fulbito.

Muchos han ido y han venido, pero nunca faltará al menos uno con esa inquietud dominical de correr un poco, de fatigarse, sudar, pensar en la jugada que harás, en la jugada que cortarás, en la jugada que te reirás, aquella que celebrarás, o la otra que te hará renegar o esa otra que te hará pensar que no estuvo mal levantarte temprano ese domingo y encontrarte con viejos amigos y conversar con ellos de todos estos años, compartiendo la gaseosa o el ceviche o la chelita, pero siempre con la idea que el otro domingo tienes que volver a la pichanga de los domingos.

Martín

1 comentario:

Pepe Alarcón dijo...

Vaya! cuanto tiempo ha pasado!!